Desde pequeña siempre me ha generado mucha curiosidad el ser humano. Sus conflictos, sus intereses, su manera de involucrarse y decidir y todos sus misterios.

Para mí siempre ha sido un verdadero honor, un privilegio, tener su permiso para entrar en sus mundos interiores y tratar de ayudar, para desenredar sus conflictos o para hacer florecer sus virtudes y proyectos.

Acompañar a las personas requiere de un fino equilibrio entre la visión para ver lo que no es evidente, la confrontación para desmantelar sus autoengaños y el amor para acoger su sufrimiento y sus ilusiones con suavidad, con compasión.