Mi viaje tántrico

Me considero una persona espiritual, aunque muy bien arraigada a la tierra. Hace ya años que navego en estos mundos del crecimiento personal

MI VIAJE TÁNTRICO

Me considero una persona espiritual, aunque muy bien arraigada a la tierra. Debido a que ya hace años que navego en estos mundos del crecimiento personal, y herramientas como la meditación o el yoga me han permitido entender que esto de la vida va de otra cosa bien distinta a lo que me habían enseñado.
De fondo, en mi vida resonaba la palabra Tantra como un imán que me producía atracción y rechazo a a la vez, en cierto modo miedo, en buena parte, ganas de probarlo. Intuía que mi crecimiento como ser más completo pasaba por ahí. Pero tenía que llegar la ocasión.

MI ROTURA SENTIMENTAL

La primera estación de mi viaje hacia el Tantra se dio tras una rotura sentimental. En mí quedaban los restos dolidos de una relación que nunca fue de amor verdadero, de aquellas en que das más que te dan. Y de repente, el Tantra me encontró, apareció ante mí como una invitación a la sanación.
Gracias a una amiga me sumergí al cabo de poco en la vivencia del taller “Compasión y Éxtasis”. Y ahí estaba yo, en un taller de cuatro días donde sentí que de las cenizas quemadas del desamor brotaba en seguida una flor amorosa que me llenaba de amor… hacia mí. El corazón más ancho, el cuerpo más vivo, la sonrisa completa. Y unas intensas ganas de vivir.
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Entré decidida, sabiendo que al otro lado de la puerta que daba paso al retiro, dejaba prejuicios, miedos, críticas e inseguridades. Me puse en las manos de Hari Das y Anokhi, confié en su saber hacer y entendí, desde el primer momento, que para bailar el Tantra hay que entregarse profundamente… a lo que va surgiendo. Y eso que va surgiendo es humanidad en estado puro, que vibra en cada uno de nosotros y se manifiesta con amor con todas las letras. A cada segundo me sentía más plena y libre, como si de repente y gracias a la toma de contacto conmigo misma y de ahí, con los demás, desde ese pleno ser ya despojada de ego y de autoimagen, me permitiera mirar a los ojos de los demás como espejo de los míos.

MI SANACIÓN

Tú y yo, yo y tú, da igual donde está la línea que nos separa, porque es desde el amor que podemos superarla y ser solo uno. Esa es la vivencia. Y la sexualidad, esa energía tan plena que emerge de debajo del ombligo, se expande por todo el cuerpo como una carga de fuerza y poder. Efectivamente, tras mi sanación, sentía mi cuerpo cargado de ese valioso poder personal, mi autoestima en perfecta alineación con mi humildad, y unas ganas grandes de hacer el amor con la vida.

Ya no hay vuelta atrás. El Tantra está en mí como corre la sangre por mis venas. Ya cada vez que veo una puesta de sol resplandeciente, cada vez que escucho el canto de un pájaro, en cada ocasión que la vida se manifiesta, sea donde sea, entiendo que eso es, sin duda, vivir desde el Tantra…

Y eso es solo mi primera estación del viaje.

Hari Om Tat Sat

Clara Arnedo. Barcelona.
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